Las manos del teatro
El teatro requiere de presencialidad y esa condición hace de las artes escénicas una expresión cultural singular y única. Así ha sido desde el nacimiento de este arte milenario y así sigue siendo hoy día. Pero es la sociedad la que ha cambiado y en la era tecnológica, cuando podemos celebrar encuentros online (sin que parezca un contrasentido), el teatro adquiere un valor añadido mayúsculo, precisamente por ese imperativo irrenunciable de la comparecencia.
El teatro necesita que intérpretes y espectadores estén presentes. Solo así puede producirse el acontecimiento teatral.
Cuando el debate sobre el abuso de dispositivos electrónicos por menores de edad suma importancia en la opinión pública, cobra más sentido aún el impulso a la acción cultural destinada a este sector de población, sobre todo si dicha actividad los reconecta con la vida real.
Auténticos expertos en moverse por el universo virtual, niños y niñas de hoy ganan destreza a pasos agigantados en el manejo de recursos electrónicos y pierden espacios de interacción social.
En esa coyuntura, es difícil imaginar mejor tratamiento que el juego activo, el juego simbólico, el que pone al niño a “representar”, en la interacción lúdica con sus iguales, roles que observa en otros (personas adultas, animales…). Y en el plano de la actividad cultural, resulta inmejorable la fisicidad del teatro: intérpretes de carne y hueso, ante espectadores de carne y hueso que, sin conocerse entre sí, se reúnen para celebrar el rito social de acudir juntos a un acto de comunicación artística.
Lo sensorial, lo corpóreo, lo artesano adquiere hoy una dimensión extraordinaria en el cotidiano infantil, atiborrado de realidades digitales.
Esos pensamientos nos han asaltado de manera recurrente mientras preparábamos esta edición, la número 28, de Teatralia y, a la vez, quedan magníficamente simbolizados en la obra que ilustra el cartel de este año y que muestra la simplicidad y la grandeza de unas manos que se tocan, obra de la ilustradora Nahia Iglesias “Marrabila”. En palabras de Guillem Albá, uno de los artistas invitados, “hay que reivindicarlas [las manos] para que no queden solas y olvidadas entre tanta tecla, pantalla y sobreinformación”.
Pero a pesar de ese elogio de lo tangible, no es propósito de este festival el cerrarse al enorme campo de posibilidades que ofrece la tecnología. Somos conscientes de cuántos artistas investigan esos recursos para llevar a cabo sus obras. En concreto en esta edición, podremos ver escenografías cambiantes hechas mediante videomapping, pero también veremos obras donde los intérpretes actúan en un escenario cuasi vacío, solos ante el público con el único recurso del arte de la interpretación.
El programa del festival queda compuesto por 24 obras, procedentes de 3 continentes. Hay una enorme variedad de formatos, técnicas, edades recomendadas, disciplinas, temáticas, estilos… pero también hay un nexo: todas son trabajos artesanos, todas son fruto de la creatividad de sus hacedores, que han elegido la estética como lenguaje universal para comunicarse con sus semejantes.
Y con ese idioma común transitaremos de la belleza de la palabra al asombro del trampantojo, de la canción tradicional a la reinterpretación de los ritmos populares, del circo hecho en altura al circo a ras de suelo, del elogio de la naturaleza a la vida urbana. Se nos hablará del amor, de la pérdida, de la vejez… de la memoria, la íntima y la colectiva, de la pérdida de memoria… Veremos historias fascinantes, creaciones visuales que cuestionan las leyes de la física… Entre la ballena gigante que todavía persigue el capitán Ahab y el pequeño Rey de las Flores hay todo un universo literario que inspira algunas obras que veremos en el festival; otras son creaciones de nuevo cuño.
A la postre, una muestra variopinta de la más alta creación escénica para todos los públicos que se hace en nuestro país y en el resto del mundo. Una muestra que ponemos a disposición y disfrute del público madrileño en 29 municipios de la región y en 43 escenarios diferentes.
Os esperamos en el teatro, con la mano tendida.
Lola Lara
Directora de Teatralia