El coreógrafo Omar Meza reflexiona sobre la importancia de la educación artística y del acceso a la cultura en la infancia antes de que finalicemos el año con su espectáculo Tú y yo.
A veces me pregunto… ¿Qué estamos haciendo con la infancia?
Tenemos leyes, tenemos palabras bonitas que dicen:
“Todos los niños tienen derecho a la educación, a la cultura, a la dignidad.”
Pero ¿y en la realidad? ¿De verdad estamos cuidando sus sueños?
Las aulas del futuro dicen.
Pocas en todo un país.
Diez años de retraso.
Y mientras tanto,
la creatividad queda atrapada en un sistema que mide todo con notas,
con resultados,
con prisa.
¡Qué poco entendemos!
La educación no es solo enseñar a leer y a sumar;
es sembrar preguntas, es despertar la imaginación.
Es ayudar a que cada niño descubra quién es y quién puede llegar a ser.
La cultura no es un lujo,
es una necesidad.
Es lo que nos conecta con lo que somos,
con nuestra humanidad.
Nietzsche tenía razón:
sin arte, sin cultura, estamos vacíos.
Y si no cuidamos la sensibilidad en los primeros años,
si dejamos que la infancia crezca sin colores, sin historias,
¿qué tipo de adultos estamos formando?
Recuerdo una conversación,
una de esas que te marcan.
Era alguien de un centro penitenciario.
Me contó cómo, siendo niño,
veía cuerpos flotando en los ríos.
Niños como él, sin entender,
los pinchaban con palos.
No por crueldad, sino por vacío.
Porque no había otra cosa:
ni cuentos, ni juegos, ni sueños.
Solo abandono.
¿Y no es eso lo que está pasando ahora, de otra manera?
El abandono puede ser sutil.
Un sistema que no da valor al arte,
que no pone la cultura en el centro,
está abandonando a su infancia.
Estamos abandonando su capacidad de soñar,
de crear,
de ser.
El arte no es solo un adorno.
Es un refugio.
Es un lenguaje que habla cuando las palabras no alcanzan.
Es el espacio donde un niño puede sentirse libre,
aunque todo lo demás esté roto.
Un día, espero, abriremos los ojos.
Entenderemos que la educación y la cultura son el corazón de cualquier sociedad.
Y cuando eso pase,
cuando cuidemos la sensibilidad como cuidamos las cosechas,
cuando plantemos creatividad y recogemos humanidad,
entonces, tal vez, nos encontremos con un mundo más digno.
Con una infancia que no solo sobrevive,
sino que vive.
Bailarín, coreógrafo y director del Compañía DA.TE Danza